lunes, 5 de mayo de 2008

BALADA POR EL VIEJO PAÍS.



No es país para viejos, de los Cohen, ha signifacado para mí su redención como cineastas. Creo que han logrado desnudarse de los fantasmas de los clásicos a los que homenajeaban visiblemente (demasiado visiblemente y hasta alevósamente en muchos casos) y han hecho una película que es una obra maestra enteramente suya, o casi.

El apoyo en el libro de Cormack Mc Carty, del mismo título que la película, da una sólida base narrativa que se desmarca de las estructuras hollywoodianas convencionales. Pero hay en este relato, unas presencias que plasmadas en imágenes, están cargadas de pregnancia respecto de los arquetipos del imaginario cinéfilo.

El vaquero, rifle en mano, en el desértico paisaje barrido por el sol, botas y sombrero entre las rocas y la aridez. Tommy Lee Jones, veterano arrugado de los viejos tiempos a lomos de una caballo junto a su ayudante por las lomas de un paisaje de ayer. Vietnam, el Western, la vieja américa se ve sobrecogida por la llegada de Anton Chirjov, una forma nueva en moral y modus operandi, que renuncia al colt, al winchester y adopta armas delirantes para matar.

El final de la película es glorioso. No se nos muestra el asesinato de la mujer del Josh Brolin (dejando un 1% de esperanza al espectador), que le espetó a Barden a la cara que no es cuestión de azar ser asesinado, sino que lo decide él (toda una lección de ética a un psicópata). El choque brutal de Barden en su coche. Su supervivencia fría.

Pero sobre todo, ese plano de Tommy Lee Jones en el que narra su sueño, un plano final sin espectacularidad, casero, a la altura de la misma mesa donde desayuna ese hombre que comprende la realidad de un mundo cuyas reglas se han dislocado. Un final respetuoso con el libro y respetuoso con la estructura de una película que no necesitaba de ningún tiroteo final, ninguna explosión, para acabar tan redonda: " y entonces, desperté". Fin.