lunes, 5 de mayo de 2008

BALADA POR EL VIEJO PAÍS.



No es país para viejos, de los Cohen, ha signifacado para mí su redención como cineastas. Creo que han logrado desnudarse de los fantasmas de los clásicos a los que homenajeaban visiblemente (demasiado visiblemente y hasta alevósamente en muchos casos) y han hecho una película que es una obra maestra enteramente suya, o casi.

El apoyo en el libro de Cormack Mc Carty, del mismo título que la película, da una sólida base narrativa que se desmarca de las estructuras hollywoodianas convencionales. Pero hay en este relato, unas presencias que plasmadas en imágenes, están cargadas de pregnancia respecto de los arquetipos del imaginario cinéfilo.

El vaquero, rifle en mano, en el desértico paisaje barrido por el sol, botas y sombrero entre las rocas y la aridez. Tommy Lee Jones, veterano arrugado de los viejos tiempos a lomos de una caballo junto a su ayudante por las lomas de un paisaje de ayer. Vietnam, el Western, la vieja américa se ve sobrecogida por la llegada de Anton Chirjov, una forma nueva en moral y modus operandi, que renuncia al colt, al winchester y adopta armas delirantes para matar.

El final de la película es glorioso. No se nos muestra el asesinato de la mujer del Josh Brolin (dejando un 1% de esperanza al espectador), que le espetó a Barden a la cara que no es cuestión de azar ser asesinado, sino que lo decide él (toda una lección de ética a un psicópata). El choque brutal de Barden en su coche. Su supervivencia fría.

Pero sobre todo, ese plano de Tommy Lee Jones en el que narra su sueño, un plano final sin espectacularidad, casero, a la altura de la misma mesa donde desayuna ese hombre que comprende la realidad de un mundo cuyas reglas se han dislocado. Un final respetuoso con el libro y respetuoso con la estructura de una película que no necesitaba de ningún tiroteo final, ninguna explosión, para acabar tan redonda: " y entonces, desperté". Fin.

sábado, 23 de febrero de 2008

30 FESTIVAL DEL CORTOMETRAJE DE SAN ROQUE

Ni por respeto a los 30 años del Festival del Cortometraje de San Roque tuvo a bien dejar de llover la lluvia ni dejar de soplar el levante. Así lucía la noche cuando me acerqué a presenciar el acto de entrega de premios. Al llegar, dos simpáticas "trabajadoras a deshoras" me obsequian con una cinta para el móvil y unos dípticos promisorios, y acceden a posar para mi cámara. Y es que además de lluvia y levante, hay elecciones en el horizonte (ah, la fenomenología meteorologíca).




Se nota como va creciendo el Festival del Cortometraje. Aún recuerdo el año en que ganó Javier Fesser con Aquel Ritmillo (conservo el pin promocional, en mi chaleco mágico), cuando los cortos se proyectaban en la antigua Casa de la Cultura en la calle San Felipe. Y aún recuerdo el año en que formé parte del jurado, cuando los visionados y los fallos se celebraban en casa de Esteban Gallego con un café y unos pasteles. Esteban, Paco Olmedo y un servidor, y no se crean que no debatimos para dar el premio entre "Cosa Mort" y "Aitana", que se llevó éste último (yo perdí en la votación: 2 contra 1). Ay, qué tiempos aquellos. Hoy estoy pensando que llegué demasiado pronto y más pronto aún abandoné, como consecuencia de lo cual me perderé la cena a costa del erario público que sí disfrutarán (o padecerán) esta noche mis dos ex-cómplices en aquel fallo. Y es que ahora, parecemos Hollywood, y menos mal que no se nos ha ocurrido celebrar el acto de entrega de premios el mismo día de los Óscares (que dijeron los charros), que si no, les chafamos el acto a los estadounidenses. Si es que cada día esto se parece más a una ceremonia como el dios manda. Y si no, miren, miren y créanme, que una imagen vale más que mil palabras, y tratándose de cine, más.


Mis amigos José y Alejandro, con la corbata de diario.


El Teatro cumple con la normativa de seguridad contra incendios.


Clasicismo, elegancia y nuevas tecnologías en las instalaciones.


Dos miembros del jurado y La Mujer de Rojo.


El rojo predominaba en los medelos, a juego con el verde de las butacas.


Diseño del escenario con estética post-mínimal en un impactante tono Rojo Tensión.


La cabeza en primer plano me molaba, así que la van a ver en otras fotos.


El Director del Festival, Esteban Gallego, Gaditano y de San Roque como su nombre indica.


El Concejal de Cultura, archivos y otros, Juan Carlos Galindo, agradeciendo a los participantes que participaran y participasen.


La concejala de Juventud y Festejos Marina Núñez, que entregó el primer premio de la noche y mostró a todos el camino a seguir (para abandonar el escenario después de recoger el premio).


El concejal de Seguridad Ciudadana y Bibliotecas, Manolo Melero, con impecable raya a la izquierda. Y atentos al rubio.


Una de las pocas autoras que recogió su premio, la mayoría estaba en su casa. Claro, con la noche que hacía...


Miguel Cabrera, productor de uno de los cortos premiados, recogiendo el premio en nombre del director. Lo que yo les decía, la mayoría, en su casa.


El milanista Paolo Maldini eleva el trofeo al mejor jugador entregado por el popular periodista Julio Maldonado, Maldini.


Por un momento, La vie en rose.


Aquí está el rubio, otra vez en el escenario. Se ve que le gustó.


Momento X. Un premio fue para Xativa y otro para MeXico. (Y Valencia,1-Recreativo,1. X en la quiniela).


"El director de este corto es más joven que yo", afirmó este señor. Más joven y lo manda a usted a recoger el premio, será perro...


Momento del seismo, 14 con 1 en la escala Richer. Epicentro en mi fila de butacas.

A continuación, se proyectaron cuatro de los cortometrajes premiados:

Niños que nunca fueron, un trabajo impactante tanto en la dirección como en la interpretación, con un hábil montaje y un ritmo ágil, unos actores muy metiditos en su papel, un desenlace-nudito de hondo poder simbólico y unos títulos de crédito finales que eran mejores, si cabe, que la peliculita.

El libro-talonario tenía como valores más destacables la ambientación, el vestuario y la fotografía. La dirección, que rayaba a veces en lo tetral y tono como de naftalina, impedían una mayor relación del espectador con la historia, que contaba con estética de sainete y el recurso de la presencia de un narrador-personaje, una historia costumbrista. (Los tacos y palabrotas a destajo siguen arrancando risas de la gente, es increible).

Alumbramiento fué para mí la gran sorpresa de la noche, una historia cinematográfica donde brilla todo sin necesidad de subrayados. Los actores, la puesta en escena, el montaje, el guión...
Cine sin adornos para contar con la imagen más allá de las palabras una historia donde el amor y la muerte se dan cita en un intenso momento de redención y restauración. Me arrancó alguna lágrima. Los actores, chapeau, sobre todo ellas, la mujer del médico y la madre moribunda, que se salen.

Faces. Mi amigo Paco Olmedo, miembro del jurado, me había alabado este cortometraje. Para mí fué una decepción, aunque comprendo el criterio del jurado, que ha estimado oportuno concederle el premio al mejor cortometraje de la 30 edición del festival. Se trata de una historia-documental que viene a contar en tres partes la evolución de lo humano pretecnológico hasta la maquinización absoluta que suprime al hombre como agente. La primera parte se convirtió en una insoportable sucesión de fotografías de Sebastiao Salgado en versión 35 milímetros; la segunda parte es una virtuoso montaje con ritmo demoledor y máquina total; la tercera parte mostraba los planos más "efectiespeciales" con
tomas Koyaaniskatsi, y aspiradoras y carrillos de mano y paquetes que operan sin operarios. Me resultó una peli previsible, subrayada y cansina. La presentación de una realidad censurable e inhumana con modos hiperestéticos es una perversión en la que fácilmente se incurre en la producción de imágenes en la posmodernidad. Qué nos dicen al mostrarnos algo inhumano con tal grado de estetización, "mirad qué bien dirijo y fotografío, que bien monto y que virguerías hago". Comparada con la mostración de lo real (la frustración ante el imponderable y la redención vía aceptación comprensión por efecto de una intervención de pura humanidad) que presenta "Alumbramiento", "Faces" me resulta un empalagoso ejercició de virtuosismo técnico, un video-clip que se quiere crítico, pero que deviene un producto prefabricado, bienintencionado pero de laboratorio, droga de diseño.

Pero fuera aparte de los cortometrajes en sus bobinas, lo más enrrollado de la noche, fue ESTO:



Lo enrrollé hasta la saciedad y aún sigue así.

sábado, 16 de febrero de 2008

EL CINE DE LOS COEN.

Yo me he criado con los Coen. Los he mamado desde su Blood Simple, (que vi en un multicine de Granada con 19 años), y a los que he seguido ciegamente a lo largo de mi/su vida.
Mi inicial entusiasmo, se enfrío a medida que fuí constatando como su inicial posición de alumnos aventajados del clasic cinemá, devenía en un posición de manierismo esteticista. Con sus posteriores películas, los Coen demostraron un gran conocimiento de los patrones y logros del cine de los maestros, pero no demostraron ser capaces de ir más alla de la estilización manierista, homenajeadora, citacionista y carente de capacidad para transgredir los límites ante los que profesaban culto, o al menos, no con regularidad. VéaNSE: "Arizona Baby" (una exageración disparatada que se resuelve en acusación de plagio encubierto de homenaje); "Muerte entre las flores", (delicioso museo exagerado del noir con el mejor Gabriel Byrne de la historia); Barton Fink (una obra maestra con un Turturro increíble); "El gran salto" (intento de robo de tumbas en el panteón de Frank Capra); "Fargo" (otra obra maestra, con el impagable Buscemi y un extraordinario William H. Macy); "El gran Lebowski", (una desequilibrada narración para gloria del gran Jeff Bridges); "Oh Brother" (un cocktail insuficiente que homenajea a Homero); "El hombre que nunca estuvo allí", (brillante revisionismo de cierto noir cimentado en la femme fatal); "Crueldad intolerable" (intento de asalto a la tumba de Howard Hawks); "The LadyKillers (me niego a decir algo más que "la prueba de la falta de escrúpulos de los hermanos; intentar hacer un remake de una joya como "Quinteto de la muerte", y con Tom Hanks; fué como los remakes de "Crimen Perfecto" o "Psicosis", una blasfemia). Y ahora, parecen haberse redimido y alcanzado de nuevo los cielos de los 24F/sg. con un Bardem que sorprende a propios y extraños. Pues me alegro, enorme y sinceramente, de que los Coen se dejen de "homenajeos" "genuflexiones" "dubitaciones", y apuesten por "su cine", aquel que iniciaron con Blood Simple, continuaron con Barton Fink, y siguieron con "Fargo" y, de todo lo cual se deduce que aún no me atrevo a pensar en "el cine de los Coen" como un estilo propio, sino como un oscilar sin centro según las influencias en juego del momento personal de los hermanos.

domingo, 10 de febrero de 2008

CINEMATOGRAFÍA DEL DESASOSIEGO.

INLAND EMPIRE. David Lynch.

Lynch es ese tipo de cineasta que o lo amas o lo odias, o ves todas sus películas de rodillas, o ves una y te levantas a la mitad y lo pones en la lista negra. Yo soy de los que dan gracias por que exista alguien así, capaz de hacer cine que transgrede los convencionalismos y que alcanza un nivel estético y significativo tan singular.

Su última obra, vuelve a discursear sobre ese Hollywood oscuro, insidioso, truculento, que ya aparecía en Mullholland Drive, pero con más saña si cabe, más macabro y sombrío. Son sobrecogedores esos planos oscuros de pasillos mal iluminados y puertas semiabiertas, pero aún lo son más esos diálogos de personajes en primerísimos primeros planos, rostros con expresión perpleja ante un diálogo kafkiano, que provoca una sensación de ominosidad en el espectador, obligado a actuar desde el polo opuesto de la pasividad. No es un relato fácil, ni siquiera funciona como relato en la medida en que Lynch usa a la protagonista, una estupenda Laura Dern de rostro ora angélico ora demoniaco, para representar dos papeles, en un giro suyo tan característico que ya vimos en películas anteriores. Por un lado es una famosa actriz de Hollywood que consigue el papel protagonista de una película con inquietantes antecedentes, por otro es una prostituta que se siente perseguida y amenazada por alguien. La película está llena de escenas que parecen no venir a cuento, pero que aportan una gran carga conceptual y son una genialidad visual (como las conversaciones en polaco o las escenas de los "conejos").

Personalmente no he disfrutado con Inland Empire tanto como con Mullholland Drive, Carretera Perdida o Terciopelo Azul, pero es un trabajo que sigue demostrando la capacidad del desasosegante Lynch para articular discursos cinematográficos diferentes y de calidad(.

(AÑADIDO 1)

Frente al cine acusado de sometimiento a lo literario (la puesta en imágenes de un texto), Lynch (linchar, en inglés), es uno de los autores capaces de transgredir las estructuras del relato para acceder a una experiencia cinematográfica más pura y libre, capaz de eliminar la lógica newtoniana de la narración.
La discontinuidad espacial y narrativa, la sustitución del cuerpo protagonista, su duplicación de rol, los rodajes invertidos, son algunos rasgos formales de un cine que presenta entre otras cosas "lo sublime de nuestros infiernos", como señala José R. Zamora. Es una maniobra de desocultación, que el propio Lynch explica en relación a su trabajo pictórico, para mostrar lo que el cine parecía incapaz de mostrar. Este ejercicio arriesgado de equilibrismo y magia, me hacen sentir que muchas veces, el cine de Lynch camina cercano a la videocración más escenográfica, pero sorprende la capacidad para mantener el rescoldo de un hilo de Ariadna a través del corpus audiovisual, capaz de mantener al espectador atento a un no-relato en el que sin embargo se sigue contando una historia. Nunca de manera fácil, porque el cine de Lynch, como la literatura para "lectores no-hembras" (que acuñaron Borges y Cortázar), exige ser penetrado al tiempo que penetra en nuestra retina.

P.D.:Nunca se bebió café con tanta devoción y fruición (contagiosas) como en Twinpeaks. Pero son notables los altibajos entre los episodios que dirige Lynch y los que no.